Vivir la infancia de mi hijo. Es una de las cosas que no me arrepentiré nunca de no haberlo hecho. Y espero hacerlo igual o mejor con las futuras gemelas que pronto estarán con nosotros.
Mi historial profesional casi siempre ha estado relacionado con la dirección. Sea por cuenta ajena o por cuenta propia. Pero eso no ha impedido que mi mente haya tenido siempre presente que el pasar tiempo con mi hijo haya sido una de las prioridades en mi forma de entender la vida.
Cuando digo pasar tiempo, no quiero decir estar presente de forma física. No. No me vale con «estar». Cuando estoy con mi hijo, estoy en cuerpo y alma. Participo en sus juegos, le escucho, le cuento historias, disfruto de verle sonreír, comprendo sus miedos, le guio para que descubra por si solo como resolver sus pequeños problemas, saboreo el observarlo y gozamos del silencio. En definitiva hablamos, compartimos momentos y los degustamos.
Si me permites, antes de continuar, déjame compartir contigo una de mis experiencias y salidas con mi hijo.
Cerca de donde vivimos tenemos el parque natural dels Ports de Tortosa-Beseit. A mi hijo, des de bien pequeño, siempre le había llamado la atención un pico de este maravilloso macizo montañoso. Tiene como nombre «la Moleta» pero él siempre la ha bautizado como «el cuadrado» por la característica forma que tiene.
«Papá, quiero ir al cuadrado, papá quiero ir al cuadrado», me repetía siempre con su innata impaciencia infantil. «Cuando tengas un poco más de edad subiremos» le respondía.
Y llegó ese día. Fue un domingo por la tarde. A mi hijo le gustan mucho los animales así que le dije que cerca del «cuadrado» pasaríamos por el «país de las cabras salvajes» debido a la gran concentración de cabras hispánicas que hay en una zona antes de llegar a su tan deseado «cuadrado». De esta forma, le daba un plus más en su motivación por descubrir ese encantador sitio.
Para llegar a la zona del «país de las cabras salvajes» debíamos andar unos largos 4 kilómetros con un desnivel positivo de unos 500 metros. El premio requería su esfuerzo. Y la famosa pregunta, que creo la hemos escuchado el 100% de las madres y padres de este mundo, empezó a hacerse sentir: «¿Papa cuanto falta?».
Pero como todo, al final llegamos, y empezamos a ver cabras por doquier. Para hacerlo aún más emocionante me gusta hacerle un poco de teatro e íbamos por el sendero en plan sigilosos; «shhhh, ¡mira allí hay dos!». A mi hijo le faltaban dedos en las manos para poder ir llevando sus cuentas; «diecinueve, no veinte, ¡he visto veinte cabras!» decía con una ilusión desbordada. Nos lo estábamos pasando en grande.
Al cabo de un rato y sin darnos cuenta ya habíamos llegado a su tan ansiado «cuadrado». «¡Hemos llegado!, ¡hurra!». Los gritos de alegría de mi hijo se debían oír a kilómetros de distancia. Después, se quedo quieto mirando el «cuadrado» y me dijo: «Papá, no es un cuadrado es un rectángulo, pero yo siempre le diré cuadrado». Y es cierto, des de nuestra casa parece un cuadrado pero cuando estás allí arriba ves que tiene forma de rectángulo. Yo no podía parar de reír. Y nada. A hacernos fotos para dejar huella de tan memorable proeza. Una de ellas es la foto del post de hoy. Me encanta.
Anochecía ya y emprendimos la bajada. Como todo niño, mi hijo le tenía miedo a la oscuridad. Y como no, a unos 20 minutos antes de llegar al coche, la noche nos visitó. Siempre voy preparado cuando voy al monte. Así que nos pusimos los frontales y continuamos la marcha. La noche en la montaña, si no estás habituado, da respeto. Pero mi sorpresa fue, que, como yo no le daba importancia y actuaba con un estado de completa normalidad, él supo ganarle el miedo a la tan temida oscuridad. Sonriente de satisfacción llegamos al coche.
¿Y sabes cuál es el mejor regalo que recibí aquella tarde de domingo? Un maravilloso y espontáneo: «papá, te quiero» y un abrazo suyo con una gran sonrisa.
Bufff…. con eso me basta. Cada vez que me lo dice me entra un cosquilleo en la barriga de pura emoción. Entonces sonrío de felicidad porque sé que estoy haciendo lo correcto.
A Montse y a mí nos encanta salir con nuestro hijo, porque cuando estamos solos con él es cuando más habla y se expresa. Él disfruta y nosotros disfrutamos. Son momentos llenos de magia. Y la naturaleza ayuda a crear un ambiente ideal para ello.
¿Y por qué os cuento esta historia?
Pues porque en muchas reuniones de emprendedores y empresarios siempre he escuchado que cuando tienes empresa o un cargo de dirección, el trabajo te absorbe de tal manera que no tienes tiempo para nada. Pues no estoy de acuerdo. Y que cuesta conciliar la vida familiar con la del trabajo. Pues también difiero totalmente en relación a esta creencia.
Lo digo porque yo también he vivido y cometido errores. Uno de ellos fue en mi etapa en el campo de la dirección. Sobretodo en el periodo que abandoné la práctica regular de actividad física, entre los 32 y 35 años . Durante la semana lo daba todo. Y le daba demasiada importancia a todo lo relacionado con el trabajo. Era exagerado. Y cuando llegaba el fin de semana parecía un zombi. Dolores de cabeza, malestar general, cansancio… En ese estado estaba en cuerpo pero no en alma.
Eso no es bueno. Aprendí la lección y corregí esta situación. Aprendí a parar, tomar perspectiva y volver a hacer ejercicio. Des de entonces ya no tengo más dolores de cabeza.
Es verdad que cuando tienes un negocio existen momentos donde debes dedicar mucho tiempo. Eso no lo cuestiono. Y si en casa lo entienden y recibes comprensión al respecto perfecto. Pero, cuidado, eso no quita que puedas compaginarlo con tu vida familiar, amistades y aficiones.
Creo que es perfectamente compatible. Es cuestión de saber organizarse y aprender a decir basta por hoy. Es posible. Pero cómo poder conseguirlo ya lo explicaré en otro de mis posts.
Así que me reitero en mi opinión. Se puede hacer. Como siempre, depende de uno mismo.
Bien, pero supongo que estarás pensando que hay épocas, por las circunstancias que sean, que el trabajo te absorbe mucho de tu preciado tiempo. Entonces solo te pido, por favor, que respetes como mínimo dos cosas:
- Tiempo para estar contigo mismo.
- Tiempo para estar con tu familia, amigos y aficiones.
Cuando tienes empresa tu subconsciente nunca desconecta. No pasa nada. Forma parte de tu vida. Pero eso no quita que puedas compatibilizarlo. De hecho, cuando no estás en el trabajo y haces cosas diferentes, es cuando la relajación hace acto de presencia. Pero tu mente siempre trabaja y cuando menos te lo esperas te revela la solución a aquel problema que tenías pendiente de resolver. No cuando estás en el trabajo, sino cuando estás fuera de él. ¿Cuántas veces nos ha venido la idea o inspiración cuando no estábamos en la oficina? A mí, personalmente, el 90% de las veces. ¿Y cuántas veces has visto de una determinada manera un problema y cuando coges perspectiva y aprendes a aparcarlo, lo has podido observar de una forma completamente diferente?
Es como lo del cuadrado y el rectángulo con mi hijo. Visto des de nuestra casa parece un cuadrado y cuando estás en la cima parece un rectángulo…
La vida pasa muy rápido. Cuando tienes 20 o 30 aún no eres consciente. Pero cuando llegas a los 40… la cosa ya cambia. Y tus seres queridos bien valen tu tiempo.
La vida es así. Sin darnos cuenta pasa factura. Por nuestros actos. Y si no dedicamos tiempo para educar, compartir y jugar con nuestros hijos eso más tarde o temprano se nota.
Eso no significa que debamos disponer de nuestro espacio y nuestro propio tiempo. Muy necesario para que la balanza esté equilibrada.
Pero lo más curioso y paradójico es que he visto padres que no han dedicado el tiempo necesario y quieren que sus hijos les digan que les quieran mucho y que les tengan mucha estima. La verdad es que no deja de sorprenderme.
Para mí es mejor dar amor sin esperar nada a cambio. Creo en el dar, para sin querer, recibir. Y cuando digo dar no quiero decir permitir ni malcriar. Por favor no me confundas. Dar también significa educar, saber decir no o si, saber mantenerte firme y ser consecuente con tus palabras y tus actos delante de tus hijos.
Otro de los errores que yo también he hecho alguna vez, es querer suplir la falta de tiempo con tu hijo por un juguete o regalo. No funciona. Tu hijo cuando a veces se porta mal lo que quiere, en el fondo, es tu atención. Y si no lo consigue por las buenas lo hará por las malas.
Para terminar con el post de hoy quiero recordar a mi querida abuela. Cuando estaba moribunda en el hospital por un cáncer de páncreas y a sus 73 años, me dijo unas palabras que siempre llevaré dentro de mi más profundo ser. Me dijo: «No quiero morir. Me gustaría haber podido disfrutar de poder ver los hijos de mis nietos».
Creo que no hacen falta más palabras.
Así que mientras estemos en vida, por favor, hagamos lo necesario para que cuando llegue la hora de nuestra muerte no nos arrepintamos de algo antes que sea demasiado tarde.
Y una de ellas es estar con nuestro hijos.
¿Qué opinas? ¿Es compatible la empresa o el trabajo con poder estar con tus hijos?
¿Te gustan mis contenidos? Si es así puedes suscribirte gratis a mi blog poniendo tu nombre y correo electrónico. Recibirás por mail una vez a la semana todo lo nuevo que vaya publicando (posts, videos, podcasts) y otros exclusivos protegidos con contraseña solo para suscriptores. Además, y a modo de bienvenida podrás acceder a estos 3 artículos especiales: